Jugando al Teléfono Descompuesto

cálamo & alquimia® | @silviameave

Hablando en mexicano: ¡Aguas!... ¿Sabes quién es el tercero en tu línea telefónica? Más que una leyenda urbana, las escuchas ilegales de las líneas de teléfono en México son una costumbre añeja a la que casi nadie presta atención, salvo cuando algún funcionario público, empresario o periodista descubre que es espiado y se queja en voz alta, lo cual deviene en condena pública, si bien después del incidente todo vuelve a la normalidad, sin que nadie sea sancionado, como se establece en la ley.

Desde la primera vez que pisé una sala de redacción, mis colegas ya experimentados me aleccionaron para cuidar las conversaciones filtradas por el hilo del teléfono, a partir de la idea de que cualquier ciudadano puede ser espiado en algún momento de su vida, aunque sea nada más como parte de las políticas gubernamentales de control social.

Me quedó claro así que los reporteros eramos más propensos a ser objeto de espionaje telefónico o vigilancia por parte de cualquiera y por lo tanto, el chismorreo, los rumores y la información detallada en conversaciones banales estaban (están) proscritos de los hábitos cotidianos de un periodista, incluso para evitar el robo de exclusivas de ocho columnas, como se decía a las super-noticias cuando los periódicos se publicaban en gran formato.

En 2012 cumpliré 25 años de ejercer el periodismo escrito y al cabo de ¡un cuarto de siglo! no puedo desprenderme de la idea de que en cualquier momento puede haber un tercero écoutantista (porque no es voyeur) en la línea telefónica y acepto asumirme como participante de una radionovela al estilo Big Brother, pero las reglas las establezco yo...

Y tal vez por eso hoy me fastidió de sobremanera que mientras hablaba con alguien que se tomó el tiempo de llamarme desde una línea Telmex, empezaron a oírse ruidos extraños que casi destrozaron mi tímpano. Alejé un poco el auricular y esperé unos segundos porque de pronto dejé de escuchar a la persona que estaba del otro lado aunque la línea seguía abierta y se percibía una respiración que yo estaba segura, no era la de mi interlocutora. A los pocos segundos, el tu-tu-tu-tu de la llamada interrumpida siguió al ruido de alguien que azota el auricular para colgar.

Quise devolver inmediatamente la llamada a la persona con la que había estado hablando; pero me contestó una grabación que decía que la línea estaba ocupada y que dejara mi mensaje en un buzón que sé muy bien que mi interlocutora no usa, o que pulsara una tecla para que el sistema me comunicarra cuando la línea estuviera libre.

Lo que hice fue llamar al móvil de la persona con la que estaba hablando y lo que me contó es una historia que, creo, sólo podría ocurrir en México: Ella estaba charlando conmigo, cuando empezó a oir dos voces masculinas en una conversación de tipo personal, o al menos eso le pareció a mi interlocutora. Creyó que se habían cruzado las líneas; pero algo le dio pauta para sospechar que se estaban metiendo en nuestra conversación y les pidió que colgaran porque ella había hecho originalmente la llamada.

Uno de los hombres en la línea le contestó a la persona con la que yo había estado hablando que quien debía colgar era ella porque él necesitaba la línea. Mi interlocutora colgó creyendo que podría volver a marcar mi número; empero, ¡oh, sorpresa! los hombres seguían hablando y el que estaba dentro de la línea de ella le ordenó: "Cuelgue, que necesito su línea otros diez minutos".

Mi interlocutora le preguntó quién era y él dijo que era empleado de Teléfonos de México. El hombre con el que estaba conversando interrumpió: "Cámbiate a" y -según mi contacto- dijo una clave incomprensible. Los hombres colgaron; pero el número de la persona con la que yo había estado hablando quedó muerto por unos pocos minutos.

Le sugerí a mi interlocutora que llamara a Telmex para quejarse del incidente. Quizá los entrometidos si eran empleados de la compañía telefónica o quizá no. "¿Para qué? Me van a decir que van a castigar a los tipos y aquí no pasó nada", comentó mi contacto. Argumenté que se había cometido una violación a su (nuestra) privacidad y que la intervención de comunicaciones privadas viola el artículo 16 de la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos.

"El lunes levanto la queja", me dijo y entendí que -como decimos los mexicanos- me dio el avión y no hará nada, porque no pasó nada, según ella: "Tal vez el teléfono de ellos realmente estaba descompuesto". <<>>